A 16 km. Aquí vivió Aldonza Lorenzo, la moza idealizada por el caballero, conservándose en la Casa de Dulcinea todo un Museo Quijotesco; también encontramos el Centro Cervantino, con una colección de obras de Don Quijote en 30 idiomas diferentes.
El Toboso debe su fama y su principal atractivo a la novela cervantina que atrae a visitantes de todas partes del mundo como atrajo entre otros a Galdós, siguiendo los pasos de Don Alonso. Dulcinea nos abre camino entre las calles que tienen inscripciones de la novela como si de una gimcana se tratara para llegar a la que se supone su casa, Casa- museo de Dulcinea, al Museo Cervantino o al Museo del Humor Gráfico Dulcinea, centros neurálgicos donde se recoge la esencia de la insigne Obra Maestra de la literatura universal.
Pero además la localidad reúne muchos otros rincones de interés, como el museo-convento de Trinitarias, de estilo herreriano y con patios e iglesia barroca. Es significativa su colección de pinturas e imaginería del s. XVII. La iglesia parroquial destaca por sus portadas renacentistas, y la bóveda de crucería gótica.
El Toboso se desmadeja en pequeñas rutas con el fin de ordenar los intereses del viajero: la ruta monumental, la nocturna, la de los pozos y sobre todo la literaria guiaran nuestro paso mientras otra ruta, la despedida, nos envolverá de nostalgia al abandonar la tierra de la amada de Don Quijote.
La ruta nocturna nos sugiere recorrer sus casas blancas, que evocan los espacios de la novela de El Quijote. La patrimonial nos conduce desde el monasterio de Trinitarias hasta la casa de Dulcinea. A lo largo del recorrido conoceremos monumentos tan significativos como la Casa de los Mergelinas, la iglesia de San Antonio Abad y el Museo Cervantino. La ruta de los pozos cuenta con ocho de estas construcciones, útiles para el abastecimiento de agua a la población y para abrevadero de animales, fechadas entre los siglos XVI y XVII.
Por último, la ruta literaria nos guía por la localidad de acuerdo a las descripciones hechas por Miguel de Cervantes en el capítulo nueve de la segunda parte de El Quijote. Él mismo habla de la gran torre de la iglesia, entre otros rincones, que nos conducen hasta la histórica casa de Ana Martínez Zarco, en quien dicen se inspiró el autor para elaborar su personaje de Dulcinea.